miércoles, noviembre 01, 2006

R e l i g i ó n

Florencio Chillihuani Condori
Ausangate, Annexe Pukarumi, Perú
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[Religión.mp3]


Don Florencio, un comunero del Anexo Pukarumi, comunidad de Ausangate, expuso su historia, señalando que en el camino de su vida ha servido a los Apus, especialmente al Apu Ausangate. Esto, para ganarse su simpatía y asegurarse buenos animales, salud y larga vida. Para ello ha pagado despachos. Sin embargo, más adelante en su vida, a pesar del pago a los Apus, se ha puesto mal de salud y ha vivido tres años enfermo y con desgracias, por lo cual seguía confiando en muchos brujos; pero ninguno de ellos ha podido curarlo, ya que se había convertido en un alcohólico. Sufría además de dolores y también su señora estaba mal... En ese momento, dejó de creer en los Apus...


“...Por eso me convertí en evangelista, y me quitaron mis bienes, llegué a fracasar en mis negocios; pero ahora después de 4 a 5 años, el Señor Divino me ha convertido con su apoyo con muchos bienes. Es así como antes que tenía alpacas de fibra en colores, ahora tengo alpacas de fibra blanca. Es así como tampoco fumo cigarro ni chaccho coca, no hablo en las asambleas de la comunidad, la Biblia dice que no debo hablar, con este cambio de creencia estoy mejor, y como evangelista ya llevo 14 años”.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Nicolas Villaume me pareció muy interesante su exposición de fotografías, felicitaciones por su trabajo y espero que siga adelante cumpliendo todos sus ideales propuestos.
La siguiente historia me llamó mucho la atención, ya que si un sacerdote hacía eso imagínense jóvenes como nosotros, pero esta pequeña leyenda me dio un mensaje que toda la vida no sólo es de farra y alcohol sino que hay que disfrutar bien la vida pero sanamente.

EL PADRE ALMEIDA
En el convento de San Diego vivía hace algunos siglos un joven sacerdote, el padre Almeida, cuya particularidad era su afición al aguardiente y la juerga.
Cada noche, el padre Almeida sigilosamente iba hacia una pequeña ventana que daba a la calle, pero como ésta se hallaba muy alta, él subía hasta ella apoyándose en la escultura de un Cristo yacente. Se dice que el Cristo, cansado del diario abuso, cada noche le preguntaba al juerguista: "hasta cuando padre Almeida"…a lo que él respondía: "hasta la vuelta, Señor"
Una vez alcanzada la calle, el joven sacerdote daba rienda suelta a su ánimo festivo y el aguardiente corría por su garganta sin control alguno…con los primeros rayos del sol volvía al convento.
Aparentemente, los planes del padre Almeida eran seguir en ese ritmo de vida eternamente, pero el destino le jugó una broma pesada que le hizo cambiar definitivamente. Una madrugada, el sacerdote volvía tambaleándose por las empedradas calles quiteñas rumbo a su morada, cuando de pronto vio que un cortejo fúnebre se aproximaba. Le pareció muy extraño este tipo de procesión a esa hora y como era curioso, decidió ver en el interior del ataúd, y al acercarse observó su cuerpo en el féretro.
El susto le quitó la borrachera. Corrió como un loco al convento, del que nunca volvió a escaparse para ir de juerga.